Durante muchos años nuestra canción fue
“Like a drug”, de Queens, of the Stone Age, más por simple coincidencia que por
otro motivo. Había sonado una noche en la playa, después de que fuimos atacados
por una ola hambrienta de mosquitos salvajes. El calor no nos dejaba dormir y
así la voz de Josh Home nos obligó a deslizarnos bailando por el cuarto: Since you're gone, I sat at home wonder why
no I'll never be free, but the thought of yo goin with another guy. Vaya
letra para ser la canción de una
pareja, pensé muchas veces.
Años después cambiamos de parecer, de ideas, de costumbres y de canción. Pero la sigo escuchando con afecto.
Años después cambiamos de parecer, de ideas, de costumbres y de canción. Pero la sigo escuchando con afecto.
Esta mañana mientras me bañaba, con Like
a drug en la cabeza, pensaba en el poder de los impulsos y también en el
equilibrio que puede presentarse con la presencia de un individuo específico.
Es decir, cómo por momentos, hay una necesidad adictiva de alguien a causa el
efecto que nos provoca. Hay personas que disparan en nosotros agentes que viven
dormidos la mayor parte del tiempo, es una experiencia hermosa, y peligrosa equiparable
a la cocaína, según he leído. Por el lado contrario, existen personas que
mantienen en estados de anestesia y ensoñación algunas partes desenfrenadas de
nuestra personalidad, como un opiáceo que juega con tu mente. Conozco ambos
efectos, y ahora la única duda que me queda es ¿qué pasaría si pudieran
mezclarse?
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