Algunos apuntes sobre Facsímil de Alejandro Zambra

27 mayo 2015

“A nosotros, piensas, como a los perros
 nos echaron al agua y aprendimos a nadar al tiro.”
Alejandro Zambra

Lo que resulta notable al momento de abrir esta obra del autor chileno es el formato, y no resultará extraño que surjan divergencias respecto al género al que pertenece y la libertad que tiene el lector para configurar su propia historia y formar su propia crítica respecto al sistema educativo de Chile, que por cierto, comparte puntos con el mexicano. Por un lado unos argumentarán que el innovador estilo narrativo de Zambra está más próximo a la poesía experimental, gracias a las contundentes construcciones que el lector puede encontrar en cada una de las páginas, en las que cada palabra está dotada de un sentido y significación que revelan una dura realidad; otros, por su parte, hablarán de la revolucionaria forma ensayística que a partir del cuadernillo –inspirado en los originalmente utilizados para el examen de ingreso a la Universidad en Chile desde 1967 hasta 2002–, apunta y crítica a un sistema educativo deficiente en distintos niveles; y otros más quizá se inclinarán por hablar de minificciones contrapuestas. Todos estarán en lo cierto. Del texto se desprenden historias en apariencia inconexas, pero terminan por crear una pieza total. Una de ellas muestra la circunstancia del profesor que ha preferido abandonar la docencia para convertirse en conductor de metro a causa de los bajos sueldos que ofrece es Estado. También Zambra se vale de mise en abyme para evidenciar las trampas de la institución, en las que es más fácil convertirse en usurpador o hacer trampa, antes que volverse un individuo que puede pensar por sí mismo: “A ustedes no los educaron, los entrenaron”, sentencia una de las cuatro posibles respuestas del cuadernillo, en realidad, la única respuesta.
Conforme avanza el libro, se van descubriendo otros temas que no son infrecuentes en obras previas del autor, me refiero a la familia, la religión, la vida en pareja y otros cuestionamientos existenciales con los que se puede identificar cualquiera que se encuentre cercano a la cultura Latinoamericana.
Sin embargo, no falta el aspecto humorístico, y entre líneas se pueden encontrar también las más variopintas referencias culturales que pasan por personajes como Paquita la del Barrio, Groucho Marx o Los Tigres del Norte.

Algunas de las preguntas que lanza el libro indirectamente van encausadas a la posibilidad de ser otro partir de decisiones que han sido establecidas como un muss sein en casi toda sociedad: ¿seríamos más felices sin el matrimonio?, ¿sin un hijo?, y en un momento uno de los personajes compara incluso su paternidad con el hecho de poseer una mascota. Con un golpe certero y directo, Zambra desmiembra el ideal de la familia a modo de carta de confesión, en la que un padre se sincera con su hijo y confiesa que hubiera sido más feliz sin él. Pero en lo que podría ser un acto de egoísmo en realidad se revela un espíritu de rebeldía al que poco a poco las nuevas generaciones se van sumando, y este espíritu podría ser el signo bajo el cual se distingue el nuevo libro de Zambra. La apuesta es por una sociedad en la que la verdad ya no se confunde con cinismo.

Las horas muertas

15 mayo 2015


Aún no amanece aunque el cielo ha clareado lo suficiente para no pertenecer al terreno de la noche. Los ojos están bien acostumbrados a la penumbra y al brillo que cada calada de cigarro ofrece alrededor. Recuerdo. Siento. Me es imposible recordar el momento preciso en el que fui consciente de las horas muertas, pero imagino que fue cerca de la adolescencia, ese punto intermedio, exactamente igual a éste en el que me encuentro aferrada a la ventana. Aferrada a la nada.
¿Es posible concebir la muerte como parte de algo tan abstracto como el tiempo?, jamás lo había considerado. Pero no veo por qué no pueda hablarse del entierro de un instante. Algo mejor aún que el olvido, el cual es con frecuencia traicionero, te acuchilla a la menor provocación a partir del resto de tus sentidos.
Pero las horas muertas están condenadas a un destino fatal. Tan intrascendentes ellas que han sido comparadas al aburrimiento y los instantes más insignificantes del día. Sin embargo yo creo que si hablamos de muerte, debemos ser más ceremoniosos con ellas y su naturaleza. Hace frío. Quisiera poder asir este instante en la boca y no dejar escapar ni un fragmento, morderlo y sangrarlo si fuera necesario. Porque para las horas muertas también hace falta convertirse en asesino. Hace falta morirse un poquito con ellas. Hace falta querer ser también un tiempo muerto dentro de las vidas ajenas.

La sangre de la noche

19 enero 2015


En nuestras cabezas podría haber sonado el ya tan conocido, ­­­–incluso fastidioso– silbido de Peter Bjorn and John. No importa que estuviéramos a la mitad entre la verdadera adultez y aquellos años en que lo más importante era no preocuparse por que la lluvia nos empapara, porque por alguna extraña razón la mayoría de nuestros encuentros habían ocurrido en medio de la temporada de lluvias.
Recuerdo que una ocasión frente al centro me había soltado una de esas frases que han formado un compendio inconexo y hermoso de significados que no intento ya descifrar. Recuerdo que esa tarde fui feliz después de tomar la malteada más cara de mi vida y escucharlo hablar como pocas veces antes había sucedido.
Mi vida se precipita hoy, inconexa también como sus frases. Su voz no deja de decirme en un viaje de vuelta a casa, entre el olor de cigarro reposado en la lengua y una promesa sin cumplir: Puedo sentir tu sangre.

Algunos apuntes personales sobre el 2014

26 diciembre 2014


Nunca he sido buena haciendo listas, especialmente porque no suelo llevar la cuenta de las cosas que voy haciendo durante el año. Sin embargo, el 2014 ha sido suficiente generoso conmigo para tenerlo en cuenta.
A principio de año me titulé y aunque mucha gente lo ve como un logro menor, todo el proceso burocrático debería hacer que ganes un premio o varios de acuerdo a cada etapa, ya que escribir la tesis es en realidad la parte menos conflictiva o lo fue para mí. Por abril cumplí 25 años y el 5 siempre ha sido un número que me encanta fetichizar, de ahí que le ponga buena cara de entrada al 2015. Leí mucho más por gusto que por obligación y menos en general, cosa que también me hizo sentir contenta conmigo ya que me di tiempo de hacer otro tipo de cosas. Algunos de los títulos que recuerdo son los siguientes, o se que por algún motivo permanecieron y eso es importante:


El matrimonio de los peces rojos, Guadalupe Nettel
La sociedad Juliette, Sasha Grey
Los hermanos Karamazov, Dostoyevski
El vino de la juventud, John Fante
Papeles falsos, Valeria Luiselli
El monstruo de París y otros relatos, Marie-Luise Scherer
Cuentos completos, Clarice Lispector
Y por ahora leo a Francisco Tario y a Roberto Artl

En cuanto a conciertos, creo que este año estuvo bajo pues únicamente recuerdo el de QOTSA y lamenté no ver nuevamente a Jake Bugg.
Por otro lado el terreno profesional se puso interesante, ya que exploré nuevos terrenos y dejé un poco la aburrida dinámica que llevé casi toda la primera mitad del año. Es posible que ese cambio se prolongue hasta el 2015 y quién sabe, puede dar buenas sorpresas. Pasé a 5º nivel de Francés y me siento muy satisfecha.

Volví a escribir en este blog que ya casi nadie, o nadie, lee, pero que decidí continuar para mí y aunque no he sido muy constante, por lo menos no ha muerto.

En un aspecto personal también la he pasado bien, es decir; ha habido muchos cambios que han llevado y traído gente. Considero que siempre y cuando haya movimiento, las cosas se acomodarán. Algunas veces creo que con el tiempo uno se vuelve un poco duro, pero también creo que debemos serle fieles a nuestra ideología a pesar de todo. Sin duda eso nos traerá algunas dificultades, pero es lo de menos. X y yo nos encontramos en un excelente momento juntos y es mucho más de lo que podría haber pedido en ese sentido y dadas las circunstancias que hemos atravesado los últimos años. He encontrado buenas amistades en donde nunca hubiera imaginado y muchas amistades a las que les hubiera augurado gran salud se han desvanecido sin hacer ruido.

Para cerrar el año, he estado más cerca de mi familia y es algo bueno. A mediados de año la pasamos difícil pero como dije, todo en movimiento ha sabido tomar nuevamente su rumbo, aunque no sea el mismo. Y ¡ya te coche!, si todo sale bien, dentro de unos tres meses estaré escribiendo de lo buena o mala conductora que seré.
2014 te despido con afecto y gratitud como despedimos a todas las cosas que nos dan un empujón para definirnos y delinearnos un poquito mejor.

Espero que el 2014 también haya pintado lindo para ti, lector.

Papeles Falsos

06 julio 2014

"En su libro sobre Venecia, Marca de agua, Brodsky escribe: «Por naturaleza inanimados, los espejos de los cuartos de hotel son aún más opacos, a fuerza de haber visto a tantos. Lo que te devuelven no es tu identidad sino tu anonimato». De una forma laxamente paradójica, el anonimato es una característica de la ausencia: es la ausencia de características. Un rostro joven es anónimo; está vacío de expresiones y de rasgos que lo identifican y nombran. A medida que envejece, adquiere las huellas que lo distinguen de los demás. Una cara que se va arrugando es cada vez menos anónima. Pero mientras un rostro envejece y adquiere mayor definición, se expone, al mismo tiempo, a más y más miradas de desconocidos –o, para seguir con la imagen de Brodsky, a más espejos de cuartos de hotel por donde han pasado tantos reflejos que todos devuelven al mismo semblante, desecho, como sus camas desechas."

Valeria Luiselli


La bestia de París y otros relatos de Marie-Luise Scherer

No es poco frecuente ni nuevo el entusiasmo que produce París en espíritus de diversa naturaleza y que ha, además, inspirado un sinnúmero de obras a lo largo del tiempo. La bestia de París, de la periodista Marie-Luise Scherer (Saarbruücken, 1938) es ejemplo de ello. La ex redactora de la revista alemana Der Spiegel desborda a lo largo de los cuatro textos que conforman el libro, maestría en el arte de la crónica periodística, de tal modo que como lector llega a surgir la duda sobre si los minuciosos detalles han surgido de una exhaustiva investigación periodística o de la prodigiosa imaginación de Scherer.

El primer relato, que da nombre al libro, nos sitúa en diferentes escenas del crimen de los años ochenta, década en la que Thierry Paulin, originario de Martinica, y su cómplice y amante Jean-Thierry Mathurin desatan una oleada de asesinatos en diversos barrios parisinos llevados a cabo de 1984 a 1986. El monstruo de Montmatre, como también se le conocía a Paulin, es una de las personalidades más fascinantes que, frente a los ojos de Scherer, se convierte en poco más que un ejemplo de quien buscaba desfogar a través de la moda y el dinero un alma consumida por la enfermedad y el resentimiento. “Paulin incrementa el júbilo general, al confesar siete de los asesinatos a lo largo de la hora siguiente. Debe haber disfrutado mucho el  sentirse tan solicitado, pues describe los hechos con actitud de experto. Las torturas, los actos sádicos, todo lo que había ido más allá del acto de asesinar en sí, se lo achacó a su cómplice…”.

El último surrealista es una revisió hecha a partir de una de las últimas entrevistas realizadas al poeta Philippe Soupault y, posiblemente la última en la que era capaz de hablar con fluidez, a causa de una intervención quirúrgica de la cuerdas vocales. Él, quien asentó junto a Bretón los precedentes del surrealismo literario, rememora anécdotas, como su extraña amistad con Proust o las bien sabidas actitudes tiránicas que practicaba Bretón frente al grupo, e incluso la muerte de Apollinaire, quien quizá creyó al final de su vida, que tras el armisticio del 11 de noviembre de 1918, los parisinos en las calles gritaban «A bas Guillaume!», refiriéndose a él y no al káiser alemán.

En Cosas sobre monsieur Proust, la autora se adentra en el universo de una aristocracia venida a menos durante los ochenta, mientras se rodaba una adaptación de, En busca del tiempo perdido bajo la dirección de Volker Schlöndorff. En ella conviven los herederos de algunos personajes que utilizó un enfermizo y obsesivo Marcel Proust para inmortalizar en su obra. En el relato desfilan por igual actores de la talla de Alain Delon, Ornella Muti, Jeremy Irons, así como adinerados estadounidenses como Anna Gould o los descendientes Rothschild. Anécdotas de su vieja ama de llaves, nonagenaria para aquél entonces, también conforman un sólido retrato del extravagante Proust.

Finalmente, la crónica titulada Grititos de reencuentro es una invitación a las pasarelas anuales de la moda llevadas a cabo en París. Sobre las envidias y juegos enmascarados que pueden encontrarse entre los editores de las revistas que dictan lo que está en boga y lo que no. Este último texto es, quizá, el menos intimista y, probablemente realizado así de forma alevosa debido al hecho de que la moda nos convierte en uno más; es una vorágine febril y efímera semejante a la que experimentaron Arturo Cova y su amante en aquella obra del colombiano José Eutasio Rivera: “Grititos de reencuentro, prêt-a-porter en París. Por encima de todos los saludos se escuchan las voces de contralto de las italianas; en cada mejilla lanzada al aire, mientras la mirada de los que besan y de los que son besados ya se fija en otra parte; el gesto de asentimiento sonriente, a la espera de la sonrisa de respuesta, diciendo hacia un lado: «¡Menuda arpía!»...”.


Es así que Marie-Luise Scherer nos deja una probada de París y sus historias, de sus antiguos personajes hasta los más actuales. Sus textos reunidos en este libro dan brillo al verso del poeta modernista Gilberto Owen que dice «París cumple en tu rostro quince años». De la más fina aristocracia, hasta los asesinos de origen más llano cohabitan en sus páginas.
Scherer ha sido galardonada en múltiples ocasiones, como reportera con el Premio Egon Erwin Kisch, el Premio Ludwig Börne, entre otros.

Las fiestas

27 abril 2014



Me gustan las fiestas, pero me gustan cada vez menos. No sé por qué.
Quizá sea una señal de que algo no va bien entre la gente de mi generación y yo. Y aunque disfruto de las charlas y la compañía de gente que suelo ver en ellas, siempre, o casi siempre me queda un mal sabor de boca, como si algo hubiera salido mal, como si algo se hubiese podrido.
Definitivamente soy del tipo de persona que prefiere salir de a dos.

Instantes del horror [1]: El inocente

30 marzo 2014


Doy por inaugurada, oficialmente, esta nueva sección que es en realidad un ejercicio del puente que crea la ficción con respecto a la imagen, esta segunda, cabe mencionar, no es elegida por mí, yo sólo me encargo de la parte escrita. Lleva por nombre Instantes del horror. A ver qué tal.

El inocente

–¿Qué vamos a hacer con él? –preguntaba una voz áspera, al tiempo que escupía sobre la ventana del auto que corría atora velocidad sobre Insurgentes.

–Nosotros, nada. A mí sólo me dijeron que lo trasladáramos hasta ese pinche lugar. Alguien nos tiene que encontrar y pasarnos el dinero –respondió otra voz chillona que venía del lado de copiloto.

Mientras tanto, en el asiento trasero, se encontraba Pablo, un físico culturista que entre cada semáforo intentaba despertar del todo, con dificultad. No sentía miedo, porque apenas era consciente de sí mismo. Lo último que recordaba es estar en el baño del estudio de aquél fotógrafo encargado de la portada de la nueva revista en donde él era la estrella. Recordaba, casi a la velocidad con la que el auto se deslizaba sobre la avenida, a instantes y como si se tratara de una fotografía barrida, estar acomodándose el traje para la siguiente sesión fotográfica que consistía en una trusa negra y una capa de súper héroe.



El gimnasio se encontraba lejos del centro de la ciudad, era amplio y silencioso, pues las casas alrededor mantenían amplia distancia entre sí. La corrupción siempre valora la intimidad. Francisco y Moises se habían conocido durante la preparatoria y pronto descubrieron un oscuro placer compartido, que se fue haciendo cada vez más complejo. Al principio les gustaba simplemente observar a los hombres de Zona rosa bailar en cualquiera de los antros que por ahí abundan. Y era terrible que con el tiempo no pudieran saciar su gozo, no se bastaban entre sí.

El auto se detuvo enfrente del edificio y Pablo, quien en todo momento tuvo los ojos vendados, escuchó el hacer intercambio de dinero con rapidez. Y no le disgustó sentirse como un pedazo de carne que pasa de un lado a otro en medio de la noche silenciosa.
Tenía frío y su cuerpo pegajoso, aún untado con aceite para las fotografías que no le llegaron a tomar, se contraía entre breves espasmos.
Una voz lo condujo a través de largos pasillos hasta que lo dejaron de pie, bajo la amenaza.

– Si, intentas escapar o das un movimiento que nos ponga nerviosos, esta amiga se activa. Y en realidad no es necesario, sólo queremos mirarte un rato –dijo otra voz, mientras escuchaba el ruido del gatillo.

A Pablo le sorprendió lo reconfortante de aquella voz. Le extrañaba la familiaridad y calidez que sentía de estar desnudo frente a dos desconocidos. Quizá, pensó, esta experiencia le estaba revelando un lado suyo que jamás había explorado. Así que se dejó ir. No abrió la boca ni una sola vez y obedeció a las extrañas solicitudes de sus captores.

–Enséñame los pies…déjame tocarlos… – y una lengua caliente le recorrió los dedos de los pies.

Pablo jamás había experimentado tanto placer. De pronto su cuerpo le pareció un absurdo instrumento. Lo imperativo de los requerimientos lo hicieron pensar en el tiempo que había desperdiciado en cogidas fáciles, en noches enteras frente a la computadora intentando encontrar un sitio porno a la altura de sus necesidades. Sin éxito.

– Quiero verte bailar... –insistía la voz a su espalda. Y Pablo obedecía, frotándose los muslos húmedos y pegajosos, pues su cuerpo entero chorreaba saldas gotas. Lo disfrutaba y no podía evitar sentir como su miembro se erguía, duro y poderoso mientras una segunda persona lo tomaba del brazo. Pablo tomó una bocanada de aire antes del disparo le cerrara los ojos de manera definitiva.

A veces el crimen sólo necesita un fotógrafo avaro para entregar a un inocente. Que al inocente le gustara, fue un plus.



De la escritura

18 marzo 2014



Cuando pienso en literatura, es decir, en hacerla, no puedo dejar de lado la idea de la sangre. Un idea obsesiva que no puedo sacarme de la cabeza. Es una idea virulenta que se relaciona con la forma en la que el lenguaje nos puede violentar de las maneras más inimaginables.
De cierto modo, escribir un cuento, un poema, un ensayo, etc., es desangrarse ante la mirada minuciosa de quien lee. Te deja a merced de quien te atiende y de quien te ignora. Es un suicidio elidido por la aparente inocencia de un montón de signos desperdigados.

 
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