La vida no se detiene y me siento como en
una barca que avanza despacio entre malezas marinas. A veces el sol me quema la
piel y pienso que si miro atrás todavía alcanzo a ver la tierra firme que
coqueta me invita a regresar. Pero he decidido no hacerlo. Los días en soledad
se vuelven más reales porque el tiempo no es más un pretexto para mirar hacia
otro lado. Y acostada en la nada, mi propia marejada bulle violenta por los
ojos que decidieron hacerte mío, me dejan sedienta y sin nada que beber más que
esas lágrimas que se diluyen en el azul.
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