La relación de los afectos con el cuerpo
es siempre conflictiva. Se nos ha enseñado que amar es poseer, cuando en
realidad amar es entregar, pero nunca de manera incondicional; todos pagamos un
precio cuando algo nos es entregado. La gratuidad del afecto, e incluso del
cuerpo en sí, es otra de las grandes mentiras que creo hacen mucho daño al arte
del placer. Para mí, es más grave una mentira tonta que si alguien comparte su
cuerpo, además de conmigo, con alguien más.
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