Los días habían estado marcados por la muerte
y por la descomposición social. La ciudad se estremecía, las telecomunicaciones
fallaban; parecía un prefacio de un apocalipsis anunciado que se había
prolongado durante mucho tiempo. Ese día soñé con él, o no sé si fue él quien
soñó conmigo en medio del caos. Solo recuerdo que intentamos aferrarnos; no
soltarnos para evitar ser arrastrados por la inercia de la desesperación. Sus
brazos se prendaron de mí y mis pensamientos a su cuerpo. Desperté sola con la
almohada empapada en sudor y el cuerpo tembloroso que buscaba un último refugio
antes del amanecer. Todos necesitamos un refugio antes del amanecer.
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