"En su libro sobre Venecia, Marca de agua, Brodsky
escribe: «Por naturaleza inanimados, los espejos de los cuartos de hotel son
aún más opacos, a fuerza de haber visto a tantos. Lo que te devuelven no es tu
identidad sino tu anonimato». De una forma laxamente paradójica, el anonimato
es una característica de la ausencia: es la ausencia de características. Un rostro
joven es anónimo; está vacío de expresiones y de rasgos que lo identifican y
nombran. A medida que envejece, adquiere las huellas que lo distinguen de los
demás. Una cara que se va arrugando es cada vez menos anónima. Pero mientras un
rostro envejece y adquiere mayor definición, se expone, al mismo tiempo, a más
y más miradas de desconocidos –o, para seguir con la imagen de Brodsky, a más
espejos de cuartos de hotel por donde han pasado tantos reflejos que todos
devuelven al mismo semblante, desecho, como sus camas desechas."
Valeria Luiselli
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