Cuando pienso en literatura, es decir, en hacerla, no puedo dejar de lado la idea de la sangre. Un idea obsesiva que no puedo sacarme de la cabeza. Es una idea virulenta que se relaciona con la forma en la que el lenguaje nos puede violentar de las maneras más inimaginables.
De cierto modo, escribir un cuento, un poema, un ensayo, etc., es desangrarse ante la mirada minuciosa de quien lee. Te deja a merced de quien te atiende y de quien te ignora. Es un suicidio elidido por la aparente inocencia de un montón de signos desperdigados.
De la escritura
18 marzo 2014por Yareli a las 11:39 p.m.
Etiquetas: confesiones
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