Breve historia de un paraguas
25 agosto 2016
Hace unos días tuve que jubilar a mi querido paraguas con
funda de conejo y me sorprendí de lo triste que me quedé cuando lo dejé al lado
del bote de basura, porque al final, cada uno de los objetos que poseemos guardan
una parte de nosotros porque representan vivencias que no volverán. Y todo se
resume en la imposibilidad de soltar, en mi imposibilidad de soltar.
Recuerdo que compré ese paraguas en una sucursal de Zara; estaba al lado de la caja junto con diferentes modelos y me encantó.
Con él pasé cerca de 5 años, lo que ya representa una vida bastante larga para estos objetos, y debo reconocer que estuve a punto de perderlo en múltiples ocasiones, pero sobrevivió siempre.
Me acompañó durante fiestas de verano que terminaban hasta la madrugada, y estuvo ahí para presenciar la historia de mis [des]amores, aun cuando era demasiado pequeño para protegernos a ambos de la lluvia. Estuvo conmigo la noche en que me dirigía decidid a ver a mi última pareja para decirle que las cosas habían terminado, aunque ese no haya sido precisamente nuestro final.
Lo curioso es que tampoco capaz de tirarlo al bote de basura, simplemente lo dejé a un costado y anoche que volví a casa y entré a mi cuarto, me di cuenta de que alguien había hecho “el trabajo sucio”, me dolió no haber sido yo y pensar que no tuve el valor. Pero a veces necesitamos de ese alguien que nos dé un empujón para decir adiós aunque eso implique quedarnos un rato bajo la lluvia.
Recuerdo que compré ese paraguas en una sucursal de Zara; estaba al lado de la caja junto con diferentes modelos y me encantó.
Con él pasé cerca de 5 años, lo que ya representa una vida bastante larga para estos objetos, y debo reconocer que estuve a punto de perderlo en múltiples ocasiones, pero sobrevivió siempre.
Me acompañó durante fiestas de verano que terminaban hasta la madrugada, y estuvo ahí para presenciar la historia de mis [des]amores, aun cuando era demasiado pequeño para protegernos a ambos de la lluvia. Estuvo conmigo la noche en que me dirigía decidid a ver a mi última pareja para decirle que las cosas habían terminado, aunque ese no haya sido precisamente nuestro final.
Lo curioso es que tampoco capaz de tirarlo al bote de basura, simplemente lo dejé a un costado y anoche que volví a casa y entré a mi cuarto, me di cuenta de que alguien había hecho “el trabajo sucio”, me dolió no haber sido yo y pensar que no tuve el valor. Pero a veces necesitamos de ese alguien que nos dé un empujón para decir adiós aunque eso implique quedarnos un rato bajo la lluvia.
por Yareli a las 12:41 p.m. 0 comentarios
Etiquetas: dedicatoria
Atraemos lo que somos
17 agosto 2016
Hace unos días alguien me dijo
que atraemos lo que somos y no he dejado de pensar en esa frase. Claro que es
truculenta y engañosa, especialmente porque no se puede etiquetar a la gente;
la personalidad es algo tan complejo y delicado que a veces uno mismo es
incapaz de dar un “fiel” retrato de sí mismo. Pienso en ello con la cabeza
llena de recuerdos amontonados.
A partir de esa afirmación un tanto arbitraria quise hacer una lista de recuerdos sin orden cronológico, igualmente arbitraria, o no tanto.
A partir de esa afirmación un tanto arbitraria quise hacer una lista de recuerdos sin orden cronológico, igualmente arbitraria, o no tanto.
Alguna vez caminé con E. por
calles de Balderas como detectives salvajes en busca de historias. Hicimos del
centro nuestro refugio contra el mundo y la realidad de crecer, porque “en
aquel tiempo crecer hubiera sido un crimen” como decía Bolaño. Sin embargo,
quedó más grabada en mi recuerdo una tarde en que compartimos malteadas y
charlas de libros. En calle Madero el viento nos daba en la cara y movía las
hojas de “El libro vacío” de Josefina Vicens que intentaba leerle en medio de
la multitud. Después nos besamos y sonreímos por la complicidad que no nos
abandonaría.
Una tarde de enero M. y yo nos
levantamos temprano; la idea era hacer un picnic en algún punto de la ciudad
que nos hiciera sentir lejos. Y lo hicimos. Nos fuimos lejos y recorrimos un
bosque, cruzamos un río y creímos que al caer la noche el día terminaría con una
dulce despedida, pero no. Terminamos por azares del destino en casa de un
italiano que nos improvisó una de las cenas más deliciosas que he probado. Y sí
tuvimos nuestra despedida, pero no aquella noche.
Una noche llegué con alguien a un
punto de comunicación que rayaba en la inconsciencia. Sé que aprendí de mí
tanto como lo hizo el otro y por un momento pensé que habíamos encontrado una
nueva forma de darle vuelta al lenguaje. Al final todo se diluyó sin palabras,
o a causa de las mismas, depende de cuál sea el ánimo con el que se recuerde
esa historia.
Guanajuato es una ciudad que
vuelve a mí con el tiempo, o yo vuelvo a ella, aún no lo sé. En aquellos años
hubiera tirado la cordura por la borda para encontrar el misterio; hoy no. Y
descubrí el misterio en una esquina. G. era mayor que yo y bebimos en el bar “Los
lobos”, donde conocí a los Beastie boys. Su abrazo fue suave. Hablamos toda la
noche y supe que una parte de mí pertenecería a esa ciudad para siempre.
X. y yo no fuimos criados por
familias particularmente religiosas, sin embargo, hubo un punto de nuestra vida
en la que un anillo tuvo un valor casi sacro. La luna levantaba la marea
embravecida de Oaxaca y el calor arrullaba nuestros deseos de hacer del amor
algo más tangible que todo lo que nos rodeaba. Pasamos buena parte de la noche
mirando el vaivén de las olas con la firme convicción de cumplir nuestras promesas.
No las hemos roto en los más de diez años que hemos compartido.
por Yareli a las 4:52 p.m. 3 comentarios
Etiquetas: confesiones, tregua
Aceptar
11 agosto 2016
El momento crucial es aquel en el que aceptamos. Nada se
compara a la sensación de temblor involuntario que deviene al momento en que
decimos: sí. A veces no estamos seguros de qué significa esa aceptación, pero
la abrazamos con el alma y el cuerpo deteriorados y lo único que queda es
esperar a que éste se haga visible. Porque sí; eventualmente seremos espejo de
la derrota y nuestras pupilas sólo un pretexto más para que el otro se
desvanezca.
por Yareli a las 11:04 a.m. 0 comentarios
Sonetos de lo diario
I
Cuéntame tu perímetro y tu tasa,
porque quiero saber cómo te quiero;
porque quiero saberme molinero,
cuéntate de los granos a la masa.
Cuéntateme de pronto, por si pasa
a mis manos tu luz, ser espejero;
que me quiero por ti ser alfarero,
por de barro y de cielo hacer tu casa.
Te me das tan de lejos, tan de lado
que son pocos y necios los enseres
con qué hacer a la siembra y al hilado.
Cuéntame de las cosas que me quieres:
si son tierra o embriones, da el arado,
o la tela y el hilo, si alfileres.
por Yareli a las 11:03 a.m. 0 comentarios
Etiquetas: Fernando del paso, poesía
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