De erizos y amor

29 agosto 2016

Breve historia de un paraguas

25 agosto 2016

Hace unos días tuve que jubilar a mi querido paraguas con funda de conejo y me sorprendí de lo triste que me quedé cuando lo dejé al lado del bote de basura, porque al final, cada uno de los objetos que poseemos guardan una parte de nosotros porque representan vivencias que no volverán. Y todo se resume en la imposibilidad de soltar, en mi imposibilidad de soltar.
Recuerdo que compré ese paraguas en una sucursal de Zara; estaba al lado de la caja junto con diferentes modelos y me encantó.
Con él pasé cerca de 5 años, lo que ya representa una vida bastante larga para estos objetos, y debo reconocer que estuve a punto de perderlo en múltiples ocasiones, pero sobrevivió siempre.
Me acompañó durante fiestas de verano que terminaban hasta la madrugada, y estuvo ahí para presenciar la historia de mis [des]amores, aun cuando era demasiado pequeño para protegernos a ambos de la lluvia. Estuvo conmigo la noche en que me dirigía decidid a ver a mi última pareja para decirle que las cosas habían terminado, aunque ese no haya sido precisamente nuestro final.
Lo curioso es que tampoco capaz de tirarlo al bote de basura, simplemente lo dejé a un costado y anoche que volví a casa y entré a mi cuarto, me di cuenta de que alguien había hecho “el trabajo sucio”, me dolió no haber sido yo y pensar que no tuve el valor. Pero a veces necesitamos de ese alguien que nos dé un empujón para decir adiós aunque eso implique quedarnos un rato bajo la lluvia.

Atraemos lo que somos

17 agosto 2016

Hace unos días alguien me dijo que atraemos lo que somos y no he dejado de pensar en esa frase. Claro que es truculenta y engañosa, especialmente porque no se puede etiquetar a la gente; la personalidad es algo tan complejo y delicado que a veces uno mismo es incapaz de dar un “fiel” retrato de sí mismo. Pienso en ello con la cabeza llena de recuerdos amontonados.
A partir de esa afirmación un tanto arbitraria quise hacer una lista de recuerdos sin orden cronológico, igualmente arbitraria, o no tanto.

Alguna vez caminé con E. por calles de Balderas como detectives salvajes en busca de historias. Hicimos del centro nuestro refugio contra el mundo y la realidad de crecer, porque “en aquel tiempo crecer hubiera sido un crimen” como decía Bolaño. Sin embargo, quedó más grabada en mi recuerdo una tarde en que compartimos malteadas y charlas de libros. En calle Madero el viento nos daba en la cara y movía las hojas de “El libro vacío” de Josefina Vicens que intentaba leerle en medio de la multitud. Después nos besamos y sonreímos por la complicidad que no nos abandonaría.

Una tarde de enero M. y yo nos levantamos temprano; la idea era hacer un picnic en algún punto de la ciudad que nos hiciera sentir lejos. Y lo hicimos. Nos fuimos lejos y recorrimos un bosque, cruzamos un río y creímos que al caer la noche el día terminaría con una dulce despedida, pero no. Terminamos por azares del destino en casa de un italiano que nos improvisó una de las cenas más deliciosas que he probado. Y sí tuvimos nuestra despedida, pero no aquella noche.

Una noche llegué con alguien a un punto de comunicación que rayaba en la inconsciencia. Sé que aprendí de mí tanto como lo hizo el otro y por un momento pensé que habíamos encontrado una nueva forma de darle vuelta al lenguaje. Al final todo se diluyó sin palabras, o a causa de las mismas, depende de cuál sea el ánimo con el que se recuerde esa historia.

Guanajuato es una ciudad que vuelve a mí con el tiempo, o yo vuelvo a ella, aún no lo sé. En aquellos años hubiera tirado la cordura por la borda para encontrar el misterio; hoy no. Y descubrí el misterio en una esquina. G. era mayor que yo y bebimos en el bar “Los lobos”, donde conocí a los Beastie boys. Su abrazo fue suave. Hablamos toda la noche y supe que una parte de mí pertenecería a esa ciudad para siempre.

X. y yo no fuimos criados por familias particularmente religiosas, sin embargo, hubo un punto de nuestra vida en la que un anillo tuvo un valor casi sacro. La luna levantaba la marea embravecida de Oaxaca y el calor arrullaba nuestros deseos de hacer del amor algo más tangible que todo lo que nos rodeaba. Pasamos buena parte de la noche mirando el vaivén de las olas con la firme convicción de cumplir nuestras promesas. No las hemos roto en los más de diez años que hemos compartido.



Aceptar

11 agosto 2016

El momento crucial es aquel en el que aceptamos. Nada se compara a la sensación de temblor involuntario que deviene al momento en que decimos: sí. A veces no estamos seguros de qué significa esa aceptación, pero la abrazamos con el alma y el cuerpo deteriorados y lo único que queda es esperar a que éste se haga visible. Porque sí; eventualmente seremos espejo de la derrota y nuestras pupilas sólo un pretexto más para que el otro se desvanezca.

Sonetos de lo diario

I

Cuéntame tu perímetro y tu tasa,
porque quiero saber cómo te quiero;
porque quiero saberme molinero,
cuéntate de los granos a la masa.

Cuéntateme de pronto, por si pasa
a mis manos tu luz, ser espejero;
que me quiero por ti ser alfarero,
por de barro y de cielo hacer tu casa.

Te me das tan de lejos, tan de lado
que son pocos y necios los enseres
con qué hacer a la siembra y al hilado.

Cuéntame de las cosas que me quieres:
si son tierra o embriones, da el arado,

o la tela y el hilo, si alfileres.

09 agosto 2016

Fuimos ruido en un país de melodía.

 
Designed by Lena Graphics by Elie Lash