Bisiesto

29 febrero 2016


El año bisiesto encierra misterios. Febrero me trajo un corazón abierto y un olor a campo vivo. Ojalá las promesas por venir se acerquen un poquito a la posibilidad que nos deja esta nostalgia, que el resplandor en la mejilla que describió Bolaño nos deje ciegos durante un instante prolongado, para sentir que la realidad no se nos escapa del todo de las manos con el polvo y nombres pronunciados.
Pienso mucho en el camino recorrido así como en el amor con el que regamos nuestra vida y la de todos aquellos que se atrevieron a mirarnos a los ojos para decir: aquí estoy.
Pera ellos: aquí estoy también.

Lluvia negra

27 febrero 2016

A M.

Se me van tus pasos escurriendo por los ojos;
la noche que quisimos extender
devino papiro blanco y en ceniza volada al aire.
Escucho el ruido de tus ojos en sueños,
cuando tus dedos 
coloreaban los contornos ceñidos de mis caderas
jugando a ser cometa
y en el cielo las estrellas cantaban en clave morse
para ti,
para mí.
La canción del mar fundida en agua dulce
nos dejó ser mirada, pero no recuerdo;
espuma, pero no arena caliente;
piel quemada de dulces labios
despedida
lluvia negra en la que atardecemos

18 febrero 2016

La flor que se marchita
brota en los ojos

mojados por la lluvia.

Hiere, zarza negra

11 febrero 2016


«Silencieux, je restais dans un auberge abandonnée, sous les solives enfumées, seul avec mon vin ; radieux cadavre penché sur une forme ténébreuse ; à mes pieds, gisait une brebis morte. Surgissant de l'azur décomposé, la silhouette blème de ma sœur apparut, et voici comment parla sa bouche sanglante : Blesse, ronce noire.»

De polvo y ceniza

03 febrero 2016

La última vez que nos vimos pareció en realidad ser la primera.
Hacía tiempo que su presencia me inquietaba y que mis nervios se veían alterados ante la pura idea de un encuentro.
Cómo no hacerlo cuando parte de ti mismo parece pertenecerle a ambos en una especie de recuerdo compartido, me preguntaba y me mordía los labios hasta hacerles daño, porque hacer daño es también una forma de querer despertar. Sus ojos siempre han sido penetrantes y su voz resuena en mi pecho como una plegaria interna que no se deja acallar ante la razón. Hablamos en la oscuridad hasta llegar al fondo con vértigo y náusea, a veces sus manos temblaron y los ojos se volvieron hacia todos lados en busca de una salida.
Apretó mi mano y me pidió que me quedara.
¿Quiénes somos?, habían pasado diez años para encontrarnos de frente, nos convertimos en viejos extraños, y nuestro pecho tembló más de frío que de incertidumbre. Muchas veces intenté no mirar atrás y clausurar el pasado, mi propio pasado sin pensar en que me traicionaba a mí misma, todas esas ocasiones sin éxito. El mayor logro que obtuve fue un pasado en el que los nombres, los ojos, y las palabras, se mezclaran en un amasijo digno de los autorretratos de Francis Bacon.
Recuerdo tu sonrisa franca y tus manos de niño, recuerdo también el sonido de tu cuerpo al dejarte caer sobre el mío, y tu risa; mezcla de contención y dulce efervescencia. Al terminar la noche, supe que estabas hecho de polvo y ceniza; de cielo claro y de neblina; de espuma y salitre que acaricia y se queda adherido en la superficie. Pero aún no sé de qué estoy hecha yo misma.

 
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