La Tesis

11 enero 2014



Trabajo en los últimos detalles de mi Tesis, esa hija incómoda que me ha molestado los últimos tres [creo] años. Y pienso que es muy parecido a la duración de algunos amores.
Al principio, me entusiasmaba muchísimo acercarme al tema, buscar información, agotar todas las fuentes para darle forma, alimentarla poco a poco para que no tuviera problemas al nacer. Es bonito ¿saben?, pero con el tiempo, entre la burocracia y el cansancio se vuelve un martirio, en realidad hacer una tesis no es tarea difícil, a diferencia de lo que muchos piensan, al menos para mí el proceso fue bonito. El problema real tiene que ver con lo que ocurre después de poner el punto final, toda la parte de correcciones, pero especialmente la burocrática, pues pareciera que después de cuatro años, después de otros tantos de trabajo de investigación, todavía debo pasar por unas pruebas de fuego lidiando con gente malcarada que sólo me pone trabas como en un show de televisión que nadie ve. Pero bueno, si todo sale bien, este mes ya tendré fecha para presentar mi examen profesional, lo estoy deseando, porque ya siento que he llevado mucho tiempo esta carga y bueno…tiene que nacer.

Vergüenza

02 enero 2014


El problema empieza cuando esperas algo bueno de ti mismo. Ahí se jodió todo.
Hace poco más de un año yo tenía una –o eso creía, al menos– buena amiga, que para fines prácticos llamaremos D. 
D y yo nos conocimos cuando los foros de literatura inundaban la red, cuando los blogs aún se leían con frecuencia y los chismes eran mucho más divertidos que ahora. Costaba trabajo encontrar un lectura divertida y, a veces, sin darte cuenta, estabas enganchado de inmediato en un círculo social de gente a la que en realidad le importaba leerte. D, a quien yo en aquél entonces creía distinta, tenía un aire poético en las palabras que me seducía como a cualquier quinceañera, ahora que pienso en ello, imagino que quiso darme el regalo que nadie le dio, o quizá revivir su propio recuerdo, de haberlo tenido.
Nos encontramos una tarde soleada cerca de mi casa y nos hicimos confidentes. Incluso llegué a conocer al hombre por quien ella nunca dejó ese aire poético del que hablaba hace un momento, llamémosle G.
Pero lo que nos atrae a esta historia poco tiene que ver con la forma en la que conocí a D o a G. Sino el modo en que desconocí a cualquiera de los dos. La vida, le dicen. Mucho menos interesante de narrar de lo que parece cuando te está ocurriendo. Pero tengo que exorcizar el "fantasma" de algún modo, y ya que nadie vendrá a leerla por acá, me digo mientras reviso si ya es hora de tomar mi medicina, que qué más da. Faltan dos horas.
Es curioso cómo funciona la vergüenza, con un empoderamiento más intenso que el miedo muchas veces, o quizá se fusionan sin que lo notemos. Menciono lo anterior porque D empezó a darme vergüenza, sí, su mal gusto para vestir, sus colores, su esencia, la pérdida de su espíritu, era algo completamente intolerable para mí. Dejé de mirarla como la heroína que en mi mente se había forjado a lo largo de estos casi diez años que duró nuestra mermada amistad. Quizá ella, como yo se quedó mirando fijamente el vacío, quizá éste al devolverle la mirada destruyó aquello que también quise ver en mí. No me costó trabajo irme, ni a ella aceptarlo con resignación. Estamos a mano.

 
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